Como un barco




Como un barco a la deriva.

Como un barco fondeado.

Como un barco navegando.






Esto que escribo se debe a una conversación con mi hija. Una conversación, como otras tantas que mantenemos, fruto de su interés por el conocimiento de la vida y su sentido; por el crecimiento personal; por la evolución de la conciencia.



Mi hija tiene diecisiete años, es una adolescente consciente a quien expreso mi gratitud por ser y estar. 

No recuerdo exactamente cómo surgió nuestra conversación, qué fue lo que me preguntó (eso es lo de menos) para llegar a hacerle una reflexión utilizando como símil un barco. 

Reflexión que ahora comparto contigo.

Dije a mi hija que las personas somos como barcos. Barcos que surcamos el mar de la vida. Cada cual a su muy respetable modo y manera. Cada cual en su muy respetable nivel de evolución consciente. 

Un barco a la deriva es el que desvía su verdadero rumbo por efecto del viento, del mar o de la corriente. De igual modo hay personas que  "sobreviven" a la deriva, desviadas de su centro de equilibrio, de su naturaleza esencial, de su ser. Personas que se dejan llevar por la corriente de los placeres de la vida, por el viento que sople en el momento, por el mar de los cinco sentidos. Personas sin dirección ni propósito, a merced de las circunstancias.

Otras, están fondeadas; de vez en cuando "se mueven" por el viento o por la corriente. Ese movimiento les genera un conflicto interior porque las hace conscientes de que hay un mar para surcar y otros puertos, mayores y mejores, a los que arribar. 
En ese estado de consciencia por un lado están las que no se deciden a levantar el ancla, permaneciendo tímidamente agarradas a su zona de confort (más vale malo conocido...); y allí se quedan, inertes como piedras, en ese estado permanente de conflicto interior.
Y por otro, las que toman la decisión de zarpar; levan ancla, despliegan velas y comienzan la travesía. Pero... las olas, el viento, la corriente, el timón, la inmensidad del mar (el apego, la pereza, la incomodidad, la incertidumbre, el miedo...); el mundo se les viene encima y dan la vuelta. No es su momento, esperaran al siguiente movimiento para intentarlo de nuevo.

Y están las personas que navegan avanzando con rumbo fijo en dirección a un punto determinado. Las que a diario se preguntan si lo que están haciendo hoy las conduce al lugar en el que quieren estar mañana, y trabajan para ello. 
Durante la travesía habrá momentos en los que el viento sople a favor; esto hará que aprovechen para soltar lastre y así poder navegar a mayor velocidad.
En otros, su rumbo puede que se desvíe por los efectos de la propia naturaleza (vientos, corrientes, tormentas...); pero ellas lo resolverán corrigiéndolo con la destreza y la maestría propias de un buen capitán. 
Y otros, en los que tengan que permanecer un tiempo fondeadas (para reparar, recomponer, reponer...); pero este tiempo será el preciso, el justo y necesario, para poder emprender de nuevo el viaje y seguir avanzando en su camino. 

Estas personas, que gobiernan su travesía, que tienen marcado un rumbo, una dirección y un propósito, "viven viviendo"  disfrutando de surcar el mar de la vida permanentemente conectadas a su centro de equilibrio, a su naturaleza esencial, a su ser. 

Estas personas, durante la travesía, van haciendo escala en puertos mayores y mejores (aprendiendo, experimentando, creciendo, evolucionando...), hasta que llegan a arribar a "Puerto Iluminación".

Aurora Blanco