El cielo y el infierno

Un guerrero samurái fue a visitar a un maestro Zen.

Con voz acostumbrada a la obediencia inmediata le preguntó:

- ¿Existe el cielo? ¿Existe el infierno? ¿Dónde están las puertas que llevan a ellos? ¿Por dónde puedo entrar?

El maestro le respondió con el más absoluto desprecio:

- ¿Enseñarte a ti cosas sobre el cielo y el infierno? No puedo perder mi valioso tiempo contigo, no eres más que un patán inmundo cuyo hedor es insoportable. ¡Vete de mi vista! No consigo soportar tu abominable presencia.

Herido en su orgullo, el samurái se estremeció de odio y, dejándose llevar por la ira, desenvainó su espada y se preparó para decapitar al maestro.

El maestro con calma dijo:

- Eso es el infierno. Tu ego, tu orgullo, tu odio, tu ira, tu espada, te han abierto la puerta y has entrado en él.

Desconcertado al percibir la verdad en la enseñanza del maestro, el samurái se serenó, envainó la espada y con humildad se inclinó ante él lleno de gratitud por la enseñanza recibida.

- Y eso es el cielo, declaró el maestro.