Las experiencias de sufrimiento son las que más nos impulsan en nuestra evolución consciencial y las que más contribuyen a que expandamos la consciencia, y, por ende, nuestra visión del mundo, de la vida y de la muerte, de nosotros mismos y de nuestra auténtica naturaleza.
En los últimos años he tenido oportunidad de compartir experiencias con una gran cantidad de gente. Y a lo largo de estos encuentros, tanto individuales como colectivos, he ido comprobando cómo muchas palabras no tienen un mismo significado para cada cual, sino que son interpretadas de forma diversa en función de cada interlocutor.
En los últimos años he tenido oportunidad de compartir experiencias con una gran cantidad de gente. Y a lo largo de estos encuentros, tanto individuales como colectivos, he ido comprobando cómo muchas palabras no tienen un mismo significado para cada cual, sino que son interpretadas de forma diversa en función de cada interlocutor.
Sucede con un vocablo tan potente como "amor", que es entendido e interiorizado de manera muy diferente según cada persona. De ahí que, para enfatizar lo que con él queremos realmente comunicar, lo escribamos con minúscula ("amor") o con mayúscula ("Amor"), o le pongamos un determinado apellido (por ejemplo, amor "incondicional").
Pues bien, esto no ocurre cuando hablamos de "sufrimiento". Al utilizar este término, lo usual es que sí exista una gran homogeneidad y uniformidad sobre lo que significa y conlleva.
El sufrimiento nos acerca e iguala a todos los seres humanos con mayor fuerza, claridad y precisión que cualquier otra experiencia.
El sufrimiento es inherente al proceso consciencial del ser humano. Es una especie de bastón en el que nos apoyamos, o de bastión en el que nos fortalecemos, para avanzar en nuestra evolución, en nuestro proceso de tomar consciencia acerca de nuestro "verdadero ser" y "naturaleza esencial" y divinal.
El ser humano se resiste a abordar las raíces profundas de su sufrimiento intenta evadirse de él y se mete, para ello, en una dinámica egóica en la que sobresalen dos necesidades creadas exclusivamente desde el "yo" y la mente: la "necesidad de hacer" muchas cosas, cuantas más mejor, y "realizarse" en ellas; y la "necesidad del cambio", sea de uno mismo, de aquellos con los que convivimos o del mundo y las cosas en general. Pero ambas necesidades son, simplemente, una huida hacia adelante. y producen, a la postre, el mismo sufrimiento que se quería evitar o superar.
Valga al respecto lo expuesto por Carl Gustav Jung en su obra Recuerdos, sueños, pensamientos: "He visto a menudo que los hombres se vuelven neuróticos cuando se contentan con respuestas insuficientes o falsas a las cuestiones de la vida. Buscan situación, casamiento, reputación triunfo exterior y dinero; pero permanecen nerviosos e infelices incluso cuando han logrado lo que buscaban Esos hombres, con mucha frecuencia, sufren una estrechez de espíritu muy acusada. Su vida no tiene en modo alguno un contenido suficiente, ni sentido alguno. Cuando pueden desenvolverse en una personalidad más amplia, ordinariamente cesa la neurosis".
La búsqueda del bienestar en el exterior, de lo que de forma sublime y esplendorosa ya atesoramos en nuestro interior, se halla presidida por la inclinación vital y mental hacia el placer, que se plasma en un sinfín de deseos, anhelos, ansias, aspiraciones, pasiones y apegos. Se pretende la satisfacción aquí y allá.
Sin embargo, cuando no la conseguimos, nos frustramos y ofuscamos, lo que produce sufrimiento. Y cuando sí la alcanzamos, no nos percatamos de que esa satisfacción momentánea es intrínsecamente origen y preámbulo de más sufrimiento: al fundamentarse en una búsqueda externa derivada de la ignorancia de nuestro "verdadero ser", tal satisfacción promueve y justifica el aferramiento a la "naturaleza egocentrica", lo que nos aparta de nuestra "naturaleza esencial", y de la Felicidad como Estado Natural y nos conduce inevitablemente a experienciar vivencias de aflicción.
El sufrimiento es la consecuencia automática y lógica de las actitudes y las acciones que desarrollamos en libre albedrío cuando nos apartamos de lo que somos y buscamos en lo que no somos nuestro contento, cuidado, protección, seguridad, conocimientos, reconocimiento satisfacción, placer...
Bajo todo ello subyace el aferramiento a lo físico y material, la consiguiente percepción de la "realidad" por la única vía de los sentidos corpóreo-mentales y, derivado de ambas cosas, el encumbramiento del ego y la ignorancia acerca de la impermanencia e interdependencia de cuanto nos rodea.
Olvidamos nuestra "naturaleza esencial" y divinal, nos identificamos con una "naturaleza egocéntrica" y creemos ilusamente que algún acto, logro, objeto, persona o entorno propicio nos llevarán a la satisfacción permanente del "yo", cuando el "yo" en sí no es más que una fabricación impermanente de la mente.
Es una pescadilla que se muerde la cola; una pesadilla que se enrosca sobre ella misma. Y responsabilizamos a los demás o a factores externos por el sufrimiento que hay en nuestras vidas, en vez de darnos cuenta y asumir que son nuestras actitudes y acciones personales las que generan ese sufrimiento y que la vida de cada uno es cien por cien responsabilidad de cada cual.
La única forma de escapar de la insatisfactoriedad de la vida es enfrentarnos de manera directa a esta condición insatisfactoria, que siempre se dará y existirá mientras caminemos por la vida negando nuestro "verdadero ser" y con los zapatos del falso "yo". Al mirar de frente esta realidad, entenderemos cómo es y sabremos las causas del sufrimiento y qué hacer para que no surjan.
Emilio Carrillo