El círculo en el que vivimos


Estamos acostumbrados a mirar nuestra vida dentro de un marco bastante pequeño, que intentamos organizar a nuestra manera y donde nos parece que funciona la ley causa-efecto. Ejemplo de cómo utilizamos la ley causa-efecto son: "si subo a este autobús, me llevará a casa", "si voy a trabajar, cobraré un sueldo y así podré pagar mis facturas" o "si me tomo una aspirina, se me quitará el dolor de cabeza".

Si queremos tener resultados concretos a través de nuestras acciones,  buscamos una causa que nos dé como resultado el efecto esperado. De esta manera simplificada nos explicamos la realidad y empleamos una enorme cantidad de tiempo en pensar, buscar, dudar y realizar acciones (causa) para obtener los resultados buscados.

El caso es que muchas veces no conseguimos lo que queremos; esto podría indicar algo, pero si nos ceñimos al marco pequeño donde interpretamos nuestra vida, algunas explicaciones con las que nos conformamos o castigamos son: "he tenido mala suerte", "no me lo merezco" o "no soy suficientemente bueno".

Podemos comparar el marco en el que buscamos el sentido a nuestra vida con un círculo pequeño. En sus límites nos encontramos con un precipicio que no nos atrevemos a saltar. Fuera del círculo está el campo de lo desconocido porque las leyes que conocemos, como por ejemplo la física newtoniana, tampoco pueden salir de ahí. Aunque no saltemos el precipicio, las cosas que suceden fuera del círculo nos afectan igualmente, porque aparentan estar fuera de nuestro control y pueden hacer que nuestra vida cambie de la noche a la mañana.

Visto de esta manera, parece que nuestra vida está a merced de acontecimientos que no están en nuestras manos. Como no los podemos atribuir a una causa, y no los podemos explicar, decimos que son fruto de la casualidad.

Y así sucumbimos en un universo de víctimas de las circunstancias, un universo gobernado por el azar, donde muchos de nuestros esfuerzos resultan en vano: no pasan las cosas que queremos que pasen y al revés, las que queremos que pasen no pasan.

Dentro del círculo, unas cosas tienen sentido y otras no; si lo ampliamos, más cosas pueden tener sentido. Estamos hablando de ampliar el contexto en el que vivimos nuestra vida, de forma que cosas que antes no podíamos explicarnos o creíamos que eran fruto de la casualidad pueden ser, de alguna manera, creadas por nosotros.

¿Creamos nuestras propias experiencias o somos víctimas de ellas? Aquí tienes que definirte: o siempre eres víctima o siempre eres creador; las dos cosas no son posibles, o una u otra. Cuando uno hace algo que le sale bien, por ejemplo alguien que monta un negocio que funciona, se siente orgulloso y se cree que es bueno haciendo eso, el mejor. Pero cuando sale mal, cuando no va como uno quiere dice: "esto es la crisis; son los trabajadores que no cumplen; es el Gobierno o la competencia". Si sale bien: "lo he hecho YO". Y si sale mal "es culpa del otro". Uno prefiere dormirse y hacerse la víctima. Siento enfrentarte a la realidad, pero date cuenta que ambas cosas no son posibles; si piensas que eres el creador de las cosas buenas que te ocurren, con la misma lógica debemos suponer que también eres el creador de aquellas experiencias de las que no estás tan orgulloso.

Cualquier cosa que te ocurre la has creado, de alguna forma, tú. Esto es fácil de explicar pero difícil de entender, según en que circunstancias; por ejemplo, si te atropella un camión. Si después de atropellarte un camión en un paso de peatones te digo que esta experiencia la has creado tú, me responderás que estoy loco, que cómo vas a querer hacerte daño a ti mismo, que no eres masoquista. No, no es que seamos masoquistas, lo que ocurre es que la vida nos ha dado un grito simplemente porque no hemos escuchado sus anteriores mensajes. Tú has creado una fuerza en una dirección, has creado un movimiento energético, autodestructivo, y la vida te ha respondido con el camión. Imagina que es un idioma y que el camión es la metáfora de ese idioma.

Los acontecimientos externos son una metáfora perfecta de nuestras creencias. Creamos la realidad externa a través de nuestras creencias interiores. Nuestro estado interior es el que genera las circunstancias externas. Ese "estado interior" depende de nuestras creencias, nuestra forma de ver la vida y de lo que sentimos a través de ella.

Todo lo que ocurre es una creación global que solemos ver de forma fragmentada, es decir, acontecimientos aislados y sin relación. Como sólo vemos los últimos pasos de todo el proceso, creemos que se trata de una relación causa-efecto, lo que nos convierte en víctimas y parece que todo lo que ocurre está fuera de nuestro control.

Hay mucha gente que no quiere aceptar que todo lo que nos ocurre lo hemos atraído nosotros, como tampoco aceptan que haya gente que elija nacer en India o tener unos padres que lo maltraten. No es el ego el que hace este tipo de elecciones, sino el alma. Una vida entera representa sólo un pestañeo, un abrir y cerrar de ojos en el contexto de la eternidad. Nadie mure porque le toque, es decir, que no haya hecho lo que ha venido a hacer, por breve periodo de tiempo que esto le lleve. El alma viene por amor y la duración de la vida física está sólo relacionada con el cumplimiento de su misión. El alma es eterna.
Eric Rolf