Felicidad


Si lo que deseas es felicidad, !obténla! No hay nada que pueda impedírtelo.


La felicidad depende, hasta cierto punto, de las condiciones externas, pero fundamentalmente de nuestras actitudes mentales.

En esencia las circunstancias no son buenas ni malas; son siempre neutras, pareciendo ser deprimentes o alentadoras debido a la actitud mental -triste o alegre- de la persona involucrada en ellas.

Si deseas cambiar tus circunstancias, cambia tus pensamientos. Puesto que eres el único responsable de tus pensamientos, sólo tú puedes modificarlos, y ciertamente desearás hacerlo cuando comprendas que cada pensamiento crea de acuerdo con su propia naturaleza. Lo que siempre estás manifestando concuerda con la clase de pensamientos que habitualmente abrigas. Así pues, comienza a tener desde ahora sólo pensamientos que te aporten salud y felicidad.

El ser humano necesita comprender que su propia inteligencia controla los átomos de su cuerpo, y no debería vivir en la cámara cerrada de la estrechez mental. 

Respira el aire fresco de los pensamientos y opiniones vivificadoras de otras personas, y expulsa los pensamientos venenosos del desaliento, el descontento y la desesperanza. Bebe la vitalidad y recibe el nutrimento de otras mentes que progresan material y espiritualmente. Date un abundante banquete con el pensamiento creador existente dentro de ti y de los demás. Da largos paseos mentales por la senda de la confianza en ti mismo, y ejercítate con los instrumentos de la cordura, la introspección y la iniciativa.

La mente -por ser la inteligencia, la sensibilidad y la percepción de todas las células vivientes- puede mantener el cuerpo humano bien dispuesto o deprimido. La mente es el rey, y todos sus súbditos celulares actúan exactamente de acuerdo con el estado de ánimo de su real señor. Así como nos preocupamos por el valor nutritivo de los alimentos que ingerimos diariamente, deberíamos igualmente considerar la potencia nutritiva del menú psicológico que cada día le servimos a la mente.

La causa del sufrimiento yace en la ausencia de heroísmo y valentía en el carácter del hombre común. Y cuando la estructura mental de una persona carece del factor del heroísmo, su mente se torna susceptible a la amenaza de todos los pesares transitorios de la vida.

Las personas de carácter firme suelen ser las más felices. Ellas no culpan a otros por los problemas que puede, generalmente, atribuirse a sus propias acciones o falta de entendimiento. Saben que nadie tiene ningún poder para aumentar o disminuir su felicidad, a menos que ellas mismas sean tan débiles que permitan que los pensamientos adversos o las malas acciones de los demás les afecten.

Mientras que el vencedor que existe en el hombre se mantenga vigilante, ningún dolor podrá proyectar su sombra sobre el umbral de su corazón. Despierta, pues, al triunfador que hay en ti. Incita al héroe adormecido que hay en ti y !mira! jamás volverá a abatirte dolor alguno.

A menudo continuamos sufriendo sin hacer esfuerzo alguno por cambiar, y es por ello que no encontramos paz ni satisfacción duraderas. Si fuésemos perseverantes, ciertamente seríamos capaces de superar todas las dificultades. Debemos esforzamos por cambiar, de modo que podamos transformar la desdicha en felicidad, y el desaliento en valor.

Tu mayor felicidad reside en que estés siempre dispuesto a aprender y comportarte debidamente. Mientras más te perfecciones, más elevarás el nivel de quienes te rodean. El hombre que se perfecciona es un hombre cada vez más feliz. Y mientras más feliz seas, más felices serán quienes te rodean.

Si no decides ser feliz, nadie podrá hacerte feliz. !No culpes, pues, por tu infelicidad! Y si decides ser feliz, nadie podrá hacerte infeliz. Estamos dotados de libertad para hacer uso de nuestra propia voluntad, por lo tanto, somos nosotros quienes hacemos de nuestra vida lo que es.

Paramahansa Yogananda