Iluminación





Antes de la iluminación, 
cortar leña, 
llevar agua.

Después de la iluminación, 
cortar leña,
llevar agua.

Proverbio Zen







Cuando estudio el fenómeno de los estados superiores de conciencia y de lo que normalmente se denomina iluminación, este simple proverbio zen es siempre una gran fuente de placer para mí.



Cuando nos referimos a esa cosa escurridiza llamada iluminación, generalmente pensamos en un estado de conciencia que alcanzaremos si adoptados las prácticas espirituales apropiadas y trabajamos con diligencia para alcanzarla. Se supone que una vez hayamos despertado totalmente, todos nuestros problemas desaparecerán y viviremos una vida de bienaventuranza eterna.

No obstante, el mensaje de este famoso proverbio es que la iluminación no es un logro, sino una realización. Una vez alcanzas esta realización, todo parece haber cambiado, aunque no sea así. Es como si hubieras estado yendo por la vida con los ojos cerrados y de pronto los hubieras abierto. Ahora puedes ver, pero el mundo no ha cambiado; simplemente lo ves con otros ojos. Lo que me dice este proverbio sobre cortar leña y llevar agua es que la iluminación no empieza con la postura del loto en una cueva del Himalaya. No es algo que obtendrás de un gurú, un libro o del estudio. La iluminación es una actitud hacia todo lo que haces.

Para mí, la iluminación implica la idea básica de estar inmerso en un estado de paz en cada momento de mi vida. Si estoy ansioso, estresado, tenso o tengo miedo, no me doy cuenta del potencial que tengo para la iluminación incluso en ese momento. Tengo la certeza de que ser consciente de esos momentos de intranquilidad es una de las formas de llegar a la iluminación. Dicen que la diferencia entre una persona iluminada y una ignorante es que una se da cuenta de que es ignorante mientras que la otra no.

En estos últimos años he venido experimentado una mayor sensación de paz interior e iluminación, y todavía sigo cortando leña y llevando agua, como hacía cuando era adolescente. Todos los días sigo trabajando para pagar las facturas, aunque el trabajo ha cambiado. Cada día hago ejercicio para conservar la salud, como equilibradamente, me cepillo los dientes y yo mismo limpio lo que ensucio. Y continúo cortando leña y llevando agua como padre de familia. 

La iluminación no es un medio para eliminar las tareas diarias de la vida. La iluminación no cambiará nuestro mundo exterior, pero sí nuestra forma de percibirlo. 

Sé que puedo elegir tener paz en todo momento, sin dejar de desarrollar mis actividades diarias, con las dificultades y circunstancias que conllevan. Y esta afirmación "!puedo elegir la paz!", condensa la experiencia de la iluminación: ser capaz de elegir la paz mientras llevas agua, cortas leña, limpias, cumples con tus obligaciones, das martillazos y un millón de cosas más.

Abandona tu tendencia a ver la iluminación como algo que has de alcanzar en el futuro, cuando las circunstancias hayan cambiado para mejor. Siempre tendrás algo que cortar o algo que llevar. De ti depende como quieras verlo.

Sé consciente de tu "ignorancia" al permitir que te aparte diariamente de la paz. Sé consciente de a quién has culpado en tus momentos de desesperación, en que ocasión ha sido y con que frecuencia has caído en la trampa. Reconocer tus momentos oscuros es la forma de empezar a transformarlos en lo contrario. Recuerda que los ignorantes no suelen ser conscientes de su ignorancia. Sé consciente.

Intenta realizar cambios específicos en tu manera de afrontar aquellas cosas que te apartan de la paz. Utiliza las circunstancias ordinarias de la vida moderna para conectar con tu vida interior. Reserva un espacio en tu interior para que la iluminación se revele en los momentos en que sueles sentirte angustiado.

Y no anuncies nunca tu iluminación. La persona que dice: "estoy iluminado", no lo está. Los sabios guardan silencio respecto al tema de su propio nivel de realización.

Este sencillo proverbio zen, que ha sido transmitido por aquellos que han buscado la iluminación durante miles de años, es un gran regalo. 


Wayne W. Dyer