Vacío existencial


Hay momentos o etapas en la vida en los que resulta especialmente necesario orientarse en una dirección adecuada. Se tiene en este estado una especie de insatisfacción profunda, una sensación de que la vida pasa de largo y de que nos movemos a la deriva sin encontrar nuestro sitio.



Nuestra sociedad actual, al estar regida por un materialismo considerable, emplea muy poco tiempo en resolver las grandes preguntas filosóficas de fondo: "¿De dónde venimos? ¿Quienes somos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Para qué vivimos?"

El consumo indiscriminado y la acumulación de ganancias se erigen como fuentes de motivación y, por tanto, de aparente sentido vital. Pero este sucedáneo no resulta suficiente aliciente para una gran capa de la población, sobre todo cuando al alcanzar algunas de estas metas se sigue sintiendo incompleta: "Bien, esto por lo que suspiraba y creía que me haría feliz ya lo tengo. El caso es que me sigo sintiendo igual de insatisfecho. Creo que lo que me falta es..."

Pero, claro, siempre existe la posibilidad de no llegar a ninguna de las hipotéticas metas materiales y afectivas, cuya carencia justificaba nuestra insatisfacción, y morir en la creencia de que ese ha sido el fracaso de nuestra vida. 

Existen ciertos momentos en la vida que actúan a modo de "auditorias internas". Si el balance es negativo, lo más probable es que suframos alguna de las llamadas crisis existenciales: de los treinta, cuarenta, cincuenta..., solo por citar un ejemplo. A veces, estas crisis acontecen en fechas de alguna forma significativas, como cumpleaños y fin de año. De ahí que tanta gente se fije plazos: "A partir de tal día empezaré tal cosa". O bien. "Me pongo de plazo tal día para dar un giro a mi vida".

El resultado de todo esto puede ser una dosis adicional de desencanto y frustración ya que a menudo, aunque las empresas acometidas salgan bien, se sigue sintiendo el mismo desarraigo y vacío existencial de siempre. Podemos convertirnos en eternos aprendices, siempre a la búsqueda y sin encontrar nunca la meta.

Es evidente que, la mayoría de las veces, quien padece este estado no es consciente de su verdadero origen. Lo más probable es que busque en lo material la causa de su insatisfacción. Naturalmente lo más socorrido es señalar como culpables al trabajo, la pareja, el poder adquisitivo, los padres, los hijos, la ciudad de residencia, etc.

Y como no siempre es posible cambiar mucho de los elementos anteriores, a menudo se recurre a la rotura de la pareja como bálsamo salvador y simplificante: "Es que no me llena". Verdaderamente, no sé que marca de carrera libre podríamos batir algunos en la huida si nuestra pareja nos exigiese que la llenásemos "completamente", cosa por cierto imposible.

En otras ocasiones, bajo el impulso de la insatisfacción, se abandonan precipitadamente trabajos en los que uno se siente estancado, enfadado o infeliz, para acometer proyectos autónomos que, en teoría, permitirían alcanzar cotas mayores de felicidad y realización personal o, al menos, de libertad. Esta práctica no siempre funciona, ya que a veces se toma este tipo de decisión más como una huida de una situación, en la que quien la vive se ve sin recursos personales, que como una meta o iniciativa producto de una sana evolución personal. Dicho de otro modo, se idealiza la meta futura como excusa para evadirse de un presente complicado. Por supuesto que esto casi nunca funciona.

La génesis y "sintomatología" de un estado de estas características pudiera muy bien ser la siguiente: según la visión filosófica del Dr. Edward Bach el alma intenta, a través de la intuición, encarrilar la personalidad hacia la perfección y el aprendizaje. Cuando ésta se aleja de la conducción del alma puede experimentar el vacío existencial ya mencionado y la insatisfacción, desánimo e incertidumbres subsiguientes, indicativos de falta de sentido y respuestas que nos hagan sentir integrantes significativos de un todo. Esta situación lleva a una sensación de desarraigo inexplicable para la mente, que además nos pueden hacer vulnerables a influencias externas que nos desorienten todavía más.

A pesar de este distanciamiento alma/personalidad, la primera sigue enviando información a la segunda, pero ésta hace una lectura muy superficial de la misma traduciéndola de la siguiente forma: "!Muévete! !Busca, haz algo!". 

La persona recibe esta información trascendental para ella y siente que debe dar cauce a esa imperiosa secreción que le llega de sus estructuras más sutiles, aunque no sabe muy bien cómo hacerlo. 

Bastante mediatizado por la sociedad actual, busca en el exterior modelos en los que realizarse y reflejarse: deportes de riesgo, negocios empresariales, viajes exóticos, movimientos religiosos, cambios de profesión y pareja, consumo de drogas, etc. Incluso los hay que se hacen alpinistas y escalan las montañas más altas. La pregunta es evidente: ¿es necesario subir tan alto e irse tan lejos para encontrarse a sí mismo?

Al equilibrar este estado se facilita una especial repermeabilización de la personalidad a la información del alma, lo que hace más fácil "ver el camino". 

Canalizando la energía de búsqueda exterior hacia el interior, aprendemos que no es necesario ser nada importante ni especial en esta vida. Que la solución está en nuestro interior. Que siempre podemos construir momentos mejores y nuevos porque tenemos el poder de convertirnos, algún día, en nosotros mismos. 

Serenidad, claridad y seguridad es lo que nos ayudará a obrar intuitivamente, al dictado de lo que nos sugiere nuestra alma.

Dr. Ricardo Orozco
http://www.ricardoorozco.com/